Día 1: Llegada y primeras impresiones
Aterrizar en Oaxaca fue como entrar en otro mundo. El aire tenía un aroma especial, mezcla de hierbas y tradición. Al caminar por el centro histórico, me sorprendieron las calles empedradas y los colores vivos de las fachadas. Terminamos el día probando tlayudas en un mercado local; ¡un festín para el paladar!
Día 2: Monte Albán y arte zapoteca
Visitar Monte Albán fue impresionante. Mientras recorría las ruinas, podía sentir la historia resonando en cada piedra. La vista desde lo alto es espectacular; parece que todo Oaxaca se despliega frente a ti. Por la tarde, fuimos a San Martín Tilcajete, donde los artesanos crean alebrijes únicos. ¡Ver su proceso creativo fue inspirador!
Día 3: Mezcal y magia
No puedes ir a Oaxaca sin probar su famoso mezcal. Fuimos a una palenque tradicional donde nos explicaron todo el proceso, desde la cosecha de agave hasta la destilación. Cada sorbo era una conexión con la tierra. Por la noche, disfrutamos de una calenda, un desfile lleno de música, baile y tradición.
Día 4: Mercados y despedida
El último día lo dedicamos al Mercado Benito Juárez. Fue una explosión de colores, aromas y sabores. Me llevé chocolate, mole y textiles hechos a mano. Antes de partir, me detuve a reflexionar en el Zócalo; Oaxaca no es solo un lugar, es una experiencia que se queda contigo para siempre.
¡Volveré algún día, eso es seguro!
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